Las noticias para la industria aeronáutica de Estados Unidos, de esta semana, no son para nada alentadoras. El mayor fabricante de aeronaves del país, Boeing, decidió finalmente detener la producción de su modelo estrella, el 737 Max, luego de que se produjeran dos accidentes fatales, uno a fines de 2018 y otro a principios de 2019.
La decisión, anunciada el pasado martes, ya golpea a las cadenas de suministro globales, con los principales proveedores de partes y tecnología en Europa y el Reino Unido cayendo en bolsa. Hasta el momento, el único beneficiado ha sido el principal rival europeo, Airbus.
Pero, más allá del impacto puntual de la medida, analistas han empezado a apuntar sobre cuál podría ser el efecto directo en la economía estadounidense, justo cuando las perspectivas para la industria manufacturera empezaban a mejorar. Boeing dijo que la medida empezará a regir el próximo mes y la consultora británica Capital Economics ya ha señalado que podría verse reflejada en una caída del crecimiento de la primera economía mundial. Si es que la decisión se extiende durante todo el trimestre, la firma estima que se borraría hasta medio punto porcentual del producto interno bruto estadounidense. Y el riesgo podría ser mayor si el personal contratado por los proveedores es despedido en las próximas semanas.
Por otra parte, la completa suspensión de la producción del 737 reducirá la fabricación de aviones comerciales en alrededor de US$25 mil millones, a tasa anualizada. Sin duda, cuanto más tiempo persista el cierre, más probable será el golpe para el crecimiento del consumo y la inversión.
