La aprobación de la reforma de pensiones en Brasil dio el pitazo inicial para impulsar el crecimiento del país, que ya registró en el tercer trimestre un sorpresivo avance de 0,6%, la tasa más alta desde el primer trimestre del año pasado.
Para los grupos empresariales y los inversionistas, el proyecto dio las señales correctas de hacia donde apunta la primera economía sudamericana. Las apuestas pasaron así a centrarse en un gran paquete de reformas impulsado por el ministro de finanzas, Paulo Guedes, que contempla una ley de saneamiento que atraería millones en inversión extranjera en contratos de servicio. También plantea recortar sueldos, reducir empleos en el sector público, eliminar alrededor del 20% del total de los municipios que no son financieramente viables y vender gran parte de la mayor empresa de servicios públicos de Brazil: Eletrobras. Todo ello generaría, según ha dicho al ministro, 250 mil millones de reales o US$59 mil millones para el Estado.
Pero ese impulso se encontró de frente con una muralla que los forzó a una pausa. "El proceso político debe ser considerado", dijo el domingo la autoridad, en referencia a las convulsiones sociales que atraviesa América Latina. Las protestas, por ejemplo, en Chile, en contra del mismo sistema que el presidente Jair Bolsonaro y su equipo habían aclamado como referente, dieron un llamado de atención. El titular de Planalto suspendió al menos hasta el próximo año su ofensiva, que según analistas podría generar descontento popular.
Pero los tiempos se acortan. Se aproxima el receso legislativo de Navidad, que dura hasta principios de febrero. De ahí queda una pequeña ventana antes de que comience la campaña para las elecciones municipales y luego se entre en la carrera final hacia 2021 por las próximas elecciones presidenciales.
Los observadores de Brasil se preguntan si el gobierno de Bolsonaro puede cumplir con el resto de su programa de reformas o si el país sucumbirá nuevamente a su hábito perpetuo de decepcionar a los inversionistas.