El desabastecimiento, la hiperinflación y los más de 3 millones de personas que han huido de Venezuela desde el estallido de la crisis no evitarán que el presidente Nicolás Maduro renueve este jueves su mandato, tras ganar en unas elecciones que son cuestionadas por casi todo el mundo.
El sucesor de Hugo Chávez tomará posesión sin el reconocimiento de la mayor parte de los países de América Latina. La semana pasada, un grupo de gobiernos de la región, entre ellos Chile, desconoció la legitimidad en su nuevo mandato. La Unión Europea y Estados Unidos también se niegan a reconocer una nueva administración de Maduro.
Pero los esfuerzos regionales también se ven truncados por la división. El nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador en México se resto de la medida de presión, diciendo que obstaculiza el diálogo. En tanto, el mandatario venezolano mantiene el apoyo político de Bolivia y otros países locales, además del respaldo financiero de Rusia y China.
Internamente, Maduro aumenta su poder atacando a la Asamblea Nacional, el poder Legislativo que aún domina la oposición. Y también mantiene su control sobre el Ejército, que para analistas internacionales es el principal sostén de su gobierno. Así, las posibilidades de una salida pronta a la crisis económica y social del país, que ya inicia su cuarto año, se ven escasas. El presidente de la consultora de riesgo Eurasia, Ian Bremmer, dijo esta semana que no prevé que la situación del país petrolero cambie demasiado a lo largo de este año. Mientras el panorama político en Venezuela no da señales de avanzar, la crisis humanitaria se agrava. Brookings Institution estima que el número de migrantes y refugiados que escapan del país podría superar los 8 millones este año, poniendo más presión a los países vecinos.